Nuestros viejos los más hermosos seres quienes al igual que los niños, necesitan tanto de nosotros. Son tan completos, con todo un cúmulo de experiencias, sabiduría, historias y valores ... tienen todo.
Nuestra forma de tratarlos no les ayuda a superar sus carencias, por el contrario se acentúa su soledad y abandono.Los arrojamos en geriátricos.Pero en estos hogares de cuidado diario y/o geriátricos es cierto que se trata de equilibrar el espíritu anciano, estimulándolo, dándole un poco de amor, de atención médica y psicológica, pero esto no es suficiente.
El calor del hogar fortalece el espíritu, compartir con los seres más importantes y ser comprendidos por ellos, estimula para sentir que todavía nos necesitan. Ellos necesitan más amor, mayor comunicación y ser estimulados a intentarlo una vez más, cuando se tropiezan y caen.
No se imagina uno lo que puede ser la soledad de la vejez, hasta que ella empieza a aparecer día a día ante nuestros ojos, en el rostro lleno de arrugas del anciano que pasa sus días esperando la llegada de un hermano que jamás vendrá a visitarlo, o en el silencio de una anciana que reza por unos hijos que no han vuelto a preguntar por ella, o cuando no hay respuesta para la anciana que, desde su silla de ruedas, pregunta:¿qué me va a mandar, doctora, para que se me quite la tristeza?...
Estamos en la sociedad del culto a Lo joven y a lo nuevo, no hay sitio para la vejez. Es muy triste.
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